Piedras guardianas: semillas para un futuro.
Piedras guardianas: semillas para un futuro se desarrolla en el marco de la Residencia becada Pedra seca: teoria i acció, en el territorio del Moianès (Cataluña, España), entre los centros de arte e investigación Acoverta y CACiS – Centre d'Art Contemporani i Sostenibilitat.
El proyecto consiste en una intervención artística situada en el espacio de una antigua cantera dentro de CACiS. La pieza, construida en piedra seca, alude a una semilla semi enterrada que, en su interior, resguarda una colección de 22 semillas de plantas medicinales locales, obtenidas a través de bancos de semillas y recolectores independientes.
La obra reflexiona sobre la crisis ecosocial contemporánea, que pone en evidencia la fragilidad y el valor de la vida y la muerte, no solo humanas, sino también de los ecosistemas que habitamos. Las especies vegetales son particularmente sensibles a los efectos del calentamiento global, aunque históricamente han demostrado una extraordinaria capacidad de adaptación frente a los cambios climáticos del planeta.
Hoy, los procesos industriales de producción y consumo han amenazado la supervivencia de muchas especies vegetales, especialmente las comestibles y medicinales. A ello se suman las sequías prolongadas y el estrés hídrico, que afectan directamente la vitalidad de las plantas y el valor de sus propiedades. Las especies raras, autóctonas o patrimoniales son particularmente vulnerables a la extinción, y su pérdida implica también una erosión genética del sistema alimentario global.
A lo largo de la historia, las construcciones de piedra seca han estado estrechamente ligadas al cultivo y cuidado de plantas comestibles y medicinales. Estas estructuras, presentes en viviendas, bancales y acueductos, contenían y preservaban la vida humana, animal, vegetal y acuática. Al mismo tiempo, acompañaban los ciclos de vida y muerte mediante templos y espacios rituales. La transmisión de las técnicas constructivas de piedra seca ha sido un acto profundamente social, agrícola y cultural, vinculado tanto al trabajo colectivo como a lo simbólico y festivo.
Los espacios edificados con esta técnica se caracterizan por generar frescura y equilibrio térmico: los bancales permiten el flujo del agua y la ventilación del suelo; durante el día, las piedras absorben el calor solar y conservan la humedad, mientras que por la noche liberan ese calor, protegiendo las raíces de las plantas frente a las heladas. Sobre sus muros proliferan musgos y líquenes, que aportan nutrientes y minerales al entorno.
En los pequeños espacios entre piedra y piedra se forman microecosistemas que sirven de refugio para insectos, reptiles e invertebrados, esenciales para el funcionamiento del ecosistema local. Estos, a su vez, alimentan a las aves, agentes fundamentales en la regeneración del suelo vivo y en la propagación de la biodiversidad del territorio.
